Fig. 1
Nota preliminar: El conocimiento y la experiencia del mundo se han fincado, primordialmente, bajo el estatuto de la mirada y su equivalente receptáculo: la imagen. Dicho programa se ha establecido a partir del predominio que los medios masivos de comunicación han impuesto a las formas de la experiencia - epistemológicas o estéticas - del sujeto. El cine, la televisión y el internet, entre otras formas de reproducción telemática, han establecido el orden de percepción bajo la batuta del régimen escópico realista, el cual se ha erigido como dominante cultural. Así, dichas maniobras visuales han entablado una relación de codependencia con el texto - ya sea escrito-leído o hablado-escuchado -, de esa forma, aquellos recursos teletécnicos han modificado la percepción y la recepción del imaginario producido, de tal manera que el objetivo ha sido anclar el mensaje, a través de un código, entre imagen y texto - un asunto que ya había sido señalado por Walter Benjamin y posteriormente por Roland Barthes para desenmascarar aquellas estrategias ideológicas de propaganda política -. La fotografía, como una de las formas primarias de reproducción, se ha visto superada en su irradiación. Sin embargo, en la actualidad, uno de los objetivos primordiales de la fotografía no ha sido tanto corroborar la evidencia del acontecimiento, sino cuestionar su autenticidad hasta el grado de dudar de su “existencia”. Si en algún momento se había creído que el referente de la fotografía había sido la realidad, ahora se ha invertido este proceso y es la “imagen técnica” la que se ha vuelto referente de lo real: sólo a partir de la imagen se certifica la experiencia, la identidad o el acontecimiento. Puesto así el panorama es menester señalar que la imagen ha cobrado cierto estatuto ontológico de presencia en donde las experiencias del sujeto se confirman a partir de ella en tanto simulacro, ya no sólo se trata de entablar con el mundo exterior relaciones de conocimiento o de interacción estética, sino que esta experiencia es diseñada desde los confines de la imagen en cuanto sustitución de lo real: la imagen del mundo se presenta ante nosotros en tanto suplantación del segundo - ahora es ella, la imagen, la que precede al mundo -. Una experiencia que no es del todo nueva, sin embargo, se ha vuelto predominante…
El síntoma: En cuanto lo real se desertifica, algunos dirían por el proceso constante de tecnificación, la imagen - o las maneras de hacer tecnovisuales - suplanta el otrora vínculo con el mundo exterior. La desorientación consiste en la pérdida de referentes reales por sus signos: desplazamiento del territorio por el mapa. Confusión en tanto que el terreno que nos “sostiene” se vuelve etéreo. El lugar de un eje de coordenadas básicas es sustituido por la expansión del sentido, la ubicuidad adviene y, entonces, nos “situamos” en el revés del suelo para dirigirnos hacia todas direcciones en su trayecto opuesto. Si hemos dicho hasta el momento que el efecto de irradiación de la imagen encuentra sus agentes más poderosos en el cine, el internet o la televisión, entonces, ¿cuál es el papel que desempeñaría la fotografía frente a la potencia de los otros medios? En algunos casos, si es ahí en la “imagen técnica” donde ahora se produce el acontecimiento y es ella en sí una prótesis de memoria que resguarda las capacidades mnemotécnicas del sujeto del constante olvido como mecanismo de deterioro, entonces, es ahí mismo donde se produce el develamiento del simulacro (fig. 1). Ajena al individuo, la “imagen técnica” es, en sí y en un primer grado, simulacro. El artificio de la mirada tecnificada excita la realidad a tal grado que el producto - la imagen - de dicha estimulación es la que nos fascina. El gasto que se produjo en aquel trabajo inútil recupera su inversión en el momento en el que su eficiencia rinde…
Los hechos: Hasta hace apenas unos días me encontraba en la encrucijada de escribir sobre arte o sobre algún otro asunto visual que llamara mi atención. Ante el hecho de querer desaparecer las anquilosadas divisiones clasistas entre la producción industrial artística y el antiguo soporte burgués del gran arte he decidido optar por un asunto que contempla a este tipo de producciones a partir de la política o, mejor dicho, de las formas de politización de la imagen o, en su defecto, de las formas de estetización de la política. // Estrategia eficiente: Hoy he visto a una persona contemplando esta imagen-texto (fig. 2) durante largo tiempo. Su gesto curioso y su pose a la vez me intrigaba - ¿Por qué le dedicaba tanto tiempo? -. En efecto, la imagen resulta ambigua, sin embargo, ella está hecha para la mirada distraída, en tanto su mensaje está anclado al texto. En ese grado se mide su eficiencia: su rendimiento no debe ir más allá de unos cuantos segundos, una transacción de signos que no nos roba tiempo efectivo y que no se dirige a un público especializado. La imagen es silenciosa, la polivalencia del sentido se pierde en tanto que se vuelve esclava del texto sólo para expresar lo que se le permite, entonces, su posibilidad de crecimiento se ve inmovilizada. Proyectil lanzado sólo para perdurar en la conciencia en cuanto el mensaje permanezca inmóvil: carnada. Sin embargo, la imagen no es inocente, tiene un fin y es su uso el que devela la estetización de la política como retórica mecánica de repetición de la imagen: su único fin es convencernos, a partir del maquillaje y de la atracción espontánea-momentánea, que de lo que ahí aparece es verdad… No es que el sujeto aquel no supiera ver la imagen, al contrario, se dejó fascinar por la ambigüedad que reside en la imagen aún, por aquello que se desprende como solución inconclusa, inacabada - no obstante, sospecha - … //
Fig. 2
Estrategia ineficiente: Si he de llamar a una imagen ineficiente ha de ser aquella que no produce más que un gasto inútil en su contemplación. Aquella en la que el sentido se dispara y no se deja administrar - ¿atrapar?- . Si hay algo que perdura en la imagen de Philip-Lorca diCorcia (fig. 3) es el rendimiento de su “efecto de hallazgo espontáneo”, aquél en el que su irradiación escapa.
Fig. 3
Frente a la imagen la sospecha permanece, la duda sobre la veracidad del suceso se inocula en la experiencia del espectador. Nuevamente el síntoma se hace presente: desconcierto. Hay algo pendiente en la imagen que todavía no está resuelto, ¿podríamos decir que ése sea su fin? En todo caso, la angustia que nos produce la imagen es por el hecho de no poder solucionar el conflicto: aquél que nos hace dudar de nuestro propio estadio: si eso que aparece ahí no es una ficción - sino la presentación del acontecimiento en su estado más puro -, entonces, ¿qué soy yo, dónde estoy yo? La imagen cuestiona mi estatuto ontológico en tanto que ella se verifica como existente; ella es quien cuestiona mi autenticidad como sujeto, como situación. Es ella quien nos mira…
Nota final: Quizá parezca injusto ubicar las dos imágenes en un mismo nivel, puesto que residen en campos distintos y se dirigen a un público-espectador diferente, sin embargo, la estrategia empleada es similar. Si hemos hablado en específico de una imagen que se relaciona con cierto personaje de la política actual no ha sido tanto para afectarlo o para evidenciar la burda estrategia que, si bien, enmascara la totalidad de los fines políticos partidistas. Por el contrario, hemos escogido dicha imagen, puesto que nos ha parecido la más eficiente y la que mejor utiliza los recursos estéticos, así como sus estrategias, no obstante la basura mediática que circula en la pantalla - como aquellos anuncios azulados que resumen las acciones de este sexenio - y que ni llega a convencer por su ineficiencia y la vulgar desfachatez con la que se presenta. Más allá de desenmascarar a los actores políticos actuales hemos querido insistir que la imagen, independientemente del medio, se puede leer, y que en ella reside un cúmulo de significados que afectan la experiencia del sujeto, ya sea para fines estéticos, de conocimiento o políticos.
© AAlejandro Navarrete,
Productor Visual.
México, DF, julio 2005.
Artículo publicado en la revista universitaria NECTAR de Hermosillo, Sonora (2005).
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